7 de mayo de 2004

PARANOIAS DE UN SER ANTISOCIAL III

Otro de los problemas, y que he de reconocer que sigo teniendo de vez en cuando, es el de esperar algo de los demás, y que acostumbro a no recibir casi nunca.

Lo cierto es que esperar algo de los demás lo considero un verdadero error, pues una cosa es lo que queremos recibir y otra muy distinta lo que nos quieren dar. Evidentemente las decepciones se suceden una tras otra, esperando de los demás cosas que no tienen porque darnos, vamos como si fuese su obligación darme algo que yo quiero, ¿acaso se lo he pedido? ¿que he hecho yo para que me lo de?, la respuesta habitual es si, lo he pedido y he hecho todo lo que estaba en mis manos para que me lo de. Lo que no me daba cuenta es que todo y con eso, la otra persona seguía sin tener la obligación de darme algo a cambio de lo que yo le daba, y darme cuenta de eso me dolió de narices, pues era evidente que mi forma de dar no era altruista ni desinteresada, sino todo al contrario. Otro autoengaño común que también me he hecho miles de veces. Fui cuestionándome una tras otra vez el porqué nadie me daba lo que yo quería, y lo verdaderamente cierto es que el único que podía dar algo así era yo mismo, con lo que llego de nuevo al punto de partida, que es por supuesto el de amarme a mi mismo, la puñetera autoestima, si no me quiero a mi mismo como voy a querer que me quieran, etc. etc. etc.
Todo y con eso seguía siendo jodido el hecho de no poder recibir, pero la cuestión era al mismo tiempo si lo que yo estaba dando era verdad, ya que si era incapaz de dármelo a mi mismo, como era posible creer que se lo estaba dando a los demás. El conflicto crecía, cada vez más y más, lo cierto es que debía poner remedio a esa situación. Poco a poco me fui dado cuenta de lo evidente, solo podía dar a los demás lo mismo que fuese capaz de darme a mi mismo, de esa manera lo que diese sería auténtico, por consiguiente, no podía esperar el hecho de recibir nada de nadie, con lo que conllevaría que lo poco o mucho que recibiese siempre sería lo que me querían dar, y todo ello equilibrado en su justa mesura. La cuestión es fría de narices, y aunque parece triste, lo cierto es que por poco que te den, lo que te dan siempre es bien recibido ya que no esperas nada en realidad. No hay decepciones, ni esperas nada que quizás no puedan o quieran darte. Por supuesto que es inevitable aun para mi el dejar de esperar de la gente, sobretodo de aquellas personas que quieres. Esperas que no te fallen, que no te decepcionen, pero no porque no deban, sino porque te aterroriza el hecho de pensar que alguien a quien quieres te falle. En mi caso he decidido liberar a las personas a las que quiero de tal responsabilidad, si les quiero es porque he decidido quererlas y no porque me lo hayan impuesto ni nada parecido, la cuestión es ¿quién soy yo para imponerles que me quieran y que no me fallen?, pues es obvio, no soy nadie, ellos son libres de hacer lo que les plazca, con lo cual, la conclusión es que es mejor no esperar nada de los demás, de esa forma son libres de darte los que ellos quieren darte, sea mucho o poco, sea todo o nada, y asimismo, igual de libre eres tu de darles lo que a ti te plazca, pero eso si, en este caso sincero y sin esperar ser correspondido ¿no es eso amar incondicionalmente?. Cualquier imposición, obligación, petición, espera de resultado, reclamación, llamada de atención a alguien que queremos sobre algo que esperamos recibir de dicha persona, no deja de ser un acto de manipulación sobre la misma para que nos de lo que esperamos de ella, con lo cual siempre será algo impuesto y nunca algo que salga de la otra persona libremente. Lo podemos justificar de miles de maneras distintas pero por mal que suene no deja de ser así.

Uis esta paranoia si que trae cola, me parece que requerirá una continuación

Y como no, recordaros, como de costumbre que seáis malos que siempre es mucho más divertido.

Gracias por leerme

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